Capitulo I
Con el vuelo del wyvern sonaron las trompetas, la gente se emociona en la plaza, es el inicio de un nuevo ciclo solar, los que se dedican a los calendarios y al clima les podrá interesar tales detalles como exactitud, pero el resto del pueblo llevaba festejando desde mucho antes, semanas de preparación para ser exacto, finalmente se daba comienzo al festival y se iniciaba la procesión de las orbes a cargo como es costumbre de la casta azul, los campesinos y trabajadores del reino quienes eran seguramente los que más disfrutaban el festival, pero entre aquella alegre muchedumbre se encontraba el joven Yabo, quien quizás no quería nada más que estar en su cuarto encerrado, no le interesaban la comida, la música ni los bailes, poco le interesaba últimamente, ni siquiera odiar, mucho menos olvidar, le sorprendía lo rápido que los demás lo habían hecho, incluso Shanti, ella en especial, no la había visto desde hace días, la ultima vez el no había sido exactamente amable con ella. Se lo había buscado pensó, En verdad no le importa, de seguro esta junto a los Martl tomando aguamiel detrás de alguna escalera. Al decir esto la envidio un poco, les tenían prohibido a los solteros tomar aguamiel, pero en el espíritu del festival las mayoría de las reglas se tendían a obviar, Shanti no necesitaba de ningún espíritu, tenia la capacidad innata de hacer lo que se le diera la gana sin importarle mucho las consecuencias, al final todo le salía bien del revés, cuando le preguntó como lo hacia ella lo miro con algo de sorpresa, extrañada como si estuviese respondiendo a una pregunta con respuesta evidente, riéndose a manera de amistosa burla se limito a decir “Todo esta en tu cabeza, no hay manera que siempre me salga con la mía”. No importaba, nada le importaba esa era el truco. Yabo debía hacer lo mismo, no valía la pena anhelar su compañía en estos momentos, ella lo prometió el pensamiento lo torturaba, la quería y la había alejado de él, todo lo que existía entre ellos dos murió aquella vez.
-No tienes por qué estar acá. Le dijo un hombre a su izquierda, habían caminado juntos todo el tiempo pero hasta ahora recordaba que esta ahí.
-Es mi deber. Respondio Yabo – Mi padre no hubiese querido que me quedara llorando mientras el gremio se quedaba sin representante, soy su heredero y esta es mi labor.
-No serias el primer Cheff que se pierde una procesión, la gente entenderá, vete.
A ti no te importaría. Pensó- Luego, primero debo cumplir con las ofrendas y dar el discurso de las nuevas cosechas. Se dio cuenta que era mas frio que su tio, al punto de lo inexpresivo.
- Mi hermano hubiese hecho lo mismo, no hay duda que eres su hijo, pero si en verdad quieres aprovechar tu tiempo deja las formalidades para los Jih’qui y ve a casa a mirar los números, es importante en esta época no gastar demasiada comida ni perder semillas, en esta época el sol es abundante pero las lluvias escasean, asegúrate que los canales no estén bloqueados y todos tengan su ración de frio.
Tenía razón, su tio no había sido un azul desde sus 11 años, cuando le llega la edad a los nacidos con la sombra de una estrella de abandonar a sus familias e ir a la fortaleza en el sur a empezar su entrenamiento en las artes y ciencias de los miembros de la logia, igualmente conocía el campo, sus necesidades y sus labores Todo miembro debe de volver a casa a prestar su servicio al gremio de sus padres por eso debe aprender igualmente sus necesidades, sus abuelos habían nacido bajo la estrella azul, al igual que su padre y su madre y el después de ellos, su tio había sido el único de los Varshova que se había nacido bajo otra tarea. Su tío usaba una capa negra negra con bandas blancas, la capa cubría su pecho y la mitad de su abdomen, junto con su cuello y una capucha que cubría su dos dedos mas allá de su frente, el negro era profundo y brillante, con dos bandas blancas paralelas en los hombros y en los broches del cuello. Bajo el sol parecía agobiado, pero solemne, su tio le había explicado que las capas negras calentaban o refrescaban según la situación, absorbían olores y fluidos, y mostraban la naturaleza real de las cosas. Había sido su único apoyo desde aquel incidente, y lo conocía muy bien, sabia que para él era mas cómodo esconderse entre la multitud que afrontar su dolor en la privacidad.
Al ver que permanece callado, su tío insiste – Se que es difícil, pero este no es tu lugar ahora, dicen que no afrontar las perdidas es lo que atrae, fue suficiente con una tragedia, debes salir a vivir. Ve, Ser más.
- Vivir mejor…- Respondió al saludo, y sin decir más abandono la multitud. Mientras partía se le ocurrió pasar a pagar sus respetos a la tumba de su padre, estaba en el camino, además si lo que decía su tio Ganthlet era cierto, entonces debía hacerlo. El camino desde el centro de la ciudad a la comarca era muy largo para ir a pie, pero las celebraciones durarían días así que no había caso en quedar demorar un rato caminando, eso le ayudaría a pensar.
El camino estaba barrido, al medio día el sol quemaba fuerte, a Yabo no le importaba, le gustaba la sensación sobre su piel, como se relajaba y sudaba, como brillaba, le gustaba como el color cobre de su piel hacia juego con los tatuajes azules de su casta, en su piel estaba su orgullo, otras castas llevaban insignias y adornos, los azules llevaban las marcas en su piel, en sus manos grandes, endurecidas y lisas, su padre le había enseñado que todo lo que nace y muere deja la marca de su vida sobre la tierra, por muy pequeña que fuera, esta era la piel del mundo, por debajo de ella se encontraban sus pulmones, su corazón y su alma. Los azules dejaban las marcas de su trabajo en ella, la tatuaban, la quemaban y la cortaban, trabajaban sobres sus cicatrices, las marcas en su piel simbolizaban cada trabajo que había aprendido, tuvo su primera los 6 años, cuando como azul se es bienvenido a la comunidad, en la espalda, fue el mas grande de todos, tenia el patrón de su gremio y de su familia, la mano que trabaja la tierra y la cara del dios de la vida dejando caer sus bendiciones sobre esta desde el cielo, mientras a su extremo contrario el dios de la muerte se entrelaza con este, manteniendo el equilibrio entre ambos, juntos y siendo el mismo, trasformandose con naturalidad en un contunio, como el flujo de agua. En su nuca otro tatuaje, el único de otro color, los Ouroburos rojos de la familia Varshova, una casa rica a pesar que desde tiempos ancentrales han sido azules, su padre le dijo que a través de la generaciones los Varshova han labrado la tierra con tal dedicación, esmero y malicia que han sido los legendarios Cheffs al servicio del gremio y del reino, tanto que no servían a ningún señor, eran amos de su propia tierra, incluso otras aglomeraciones de azules se hacían bajo su servicio, trabajaban sus tierras a las afuera de La Hacienda cambio de protección, dinero y representación publica, aquí era también donde los azules venían a aprender su arte, para algunos padres de familias rojas y verdes esto podía ser una tragedia, sus hijos venían a La Hacienda con la misma idea, pronto aprendía la gratificación de su trabajo, aprendían no solo a sembrar, arar y cosechar, a trabajar y criar las bestias a cazar y pescar, a manejar la irrigación, aprendían de números, incluso sabían de sequias y de las ciencias de la vida y de la tierra, usualmente reservadas para los miembros de la Logia Negra de la Luna Nueva, aprendían el valor del trabajo de una persona, a compartir y a vivir con lo necesario. Su padre la había enseñado esto y más, estaba marcado en su piel, corría por su cuerpo, y últimamente, retumbaba en su mente y contaminaba su sueño de pesadillas.
A frente suyo se encontró con el bosque de Yörn, los arboles azules de un kilometro de alto y una base circular de cincuenta metros, mas viejos como los dinastías del reino y los gremios, le comentaron que seria imposible que se sostuvieran, o que algo creciese debajo de su dosel, sin embargo ahí estaban erguidos y con esa hermosa vegatación entre sus sobresalientes y gigantescas raíces y troncos, donde se decían que vivían muchos animales, wyverns, ahuítzotles y otros animales, algunos tan impresionantes como los Behemoths, incluso se rumoraba que antigua bestias malditas de capacidades míticas habitaban el bosque, de esas que se le cuentan en las historias a los niños, pero cuyo rumor también asusta a los adultos, Yabo era un Azul y un Varshova, nunca le tuvo miedo al bosque, era un hogar para el, podía pasar días enteros sin nada mas que un arco y algunas provisiones de agua. No, Yabo no le temía al bosque, pero sí a una tumba en una colina bajo la sombra de un joven árbol de Yörn, no debía medir mas de 3 metros y sus ramas eran largas y angostas, dando ese característico fruto azul y rebosante de sus flores rojas, mientras que en esta edad sus hojas aun son verdes, le tomara siglos crecer y se tornaran azules. Debía pasar algunas colinas con pastizales por fuera del camino para llegar, así que dejo sus herramientas a un lado del camino y camino unos cuantos metros hasta la tumba. Ahí estaba lo que quedaba de su padre, separados por algunos cuantos metros de lo que alguna vez los unió a todos, la tierra y sumado a esta una placa tallada en piedra blanca, con el emblema familiar y el escudo tribal linar de la casta, esta vez invertido, el dios de la muerte colocado hacia arriba miraba sin piedad pero sin odio, apático a los deseos humanos, pero dando una bienvenida a todos, y por debajo del dios de la vida escrito: Gantú Varshova noningentésimo- nonagésimo-noveno Cheff del gremio azul y señor del bosqué Yörn y las región de Yanubia, maestro de La Hacienda Majayura, al servicio del gran Brahm y de su reino. Palabras que recordaban la labor de su padre, en el fondo a Yabo lo llenaba de orgullo, la tumba era nueva y no habían crecido flores a su alrededor, igualmente parecía aplacible, en el fondo sintió orgullo y anhelo por su padre, por su labor, y luego leyó la línea de abajo, las línea que explicaba porque las palabras de su gremio y sus logros no estaban escritos adjuntos a lo anterior: Muerto en el frio de la luces, su gran vergüenza. La causa de muerte había condenado la memoria de su padre, como había hecho la de tantos tantas veces atrás, Yabo se sentía como imbécil por pensar que las Junas nunca tocarían a su familia, llego con la idea la rabia, llego con ella el desarraigo y el dolor, y Yabo al fin cedió la llanto.
Sintió una mano sobre su hombro. Tomo tiempo para voltear a mirar, de todas manera ya sabia quien era, cuando puedo tomar aire y secarse los ojos alzó la mirada, vio una silueta oscura grácil y amable, de espaldas a la luz con el sol a la cabeza, de pelo largo castaño, y el signo rojo de los Hayruth grabado en el medio de su frente, como una lagrima de sangre, incrustada con el escudo de su gremio, un leviatán esmeralda con sus fauces abiertas, insignia de los verdes, el gremio de los comerciantes, banqueros y prestamistas, también de los apostadores y estafadores.
-Te estaba esperando, creí que no me hablarías desde ese día, así que espere aquí. Shanti vestía con las joyas típicas de su familia, perforadas en su orejas, su nariz y su ombligo, encadenadas por una sutil cadena de oro debajo de sus prendas, una vez le había explicado que simbolizaban la relación de amo-dueño que tienen los verdes con sus bienes, Nadie es verdad dueño de nada Solían repetir, a pesar de esta espiritual enseñanza, los verdes siempre intentarían sacar la mayor ganancia de cualquier cosa, y se les vio regalando algo. No había manera de discutir con ellos, si les decías tacaños ellos te responderían que sencillamente no se le puede otorgar a quien no se lo merece. Shanti opinaba que todo en este mundo era limitado, incluso lo que podía proveer la tierra, y que solo la cantidad concreta de alguna cosa o incluso actividad traería la felicidad en el momento adecuado a las personas, en este momento Yabo carecía de comprensión y Shanti estaba dispuesta a dársela, pero tomaría algo de él, nunca entendió que podía ofrecerle a Shanti, no podrían estar juntos, no podrían siquiera estar juntos tomados de las manos en publico, las relaciones amorosas entre castas estaban prohibidas y castigadas por las Junas y el tormento eterno.
- Si vienes a disculparte es muy tarde.
-No vengo a disculparme, vengo a acompañar a un amigo.
-No soy tu amigo, no soy nada tuyo, no más.
-Eso podría herir a cualquier otra persona, pero poco me interesa si me odias o no, tengo que recolectar lo que me debes.
-¿Y eso es exactamente?
-Tu compañía, la disfruto. En este momento no tanto, podría estar en la ciudad diviertiendome con los Martl, pero esto me hace más feliz.
-¿Verme llorar y en vergüenza?
-Acompañar a mi amigo, sí es egoísta, me hace sentir una mejor persona; pero no lo hago por deber, lo hago porque quiero, porque te quiero.
Eso fue todo para Yabo, no era bueno manejando ese lado de Shanti, no era bueno manejando a Shanti, nunca lo fue, ella en cambio parecía tener todo tipo de control sobre el, cuando menos se lo esperaba decía algo tierno y cariñoso, poco profundo, pero joder que tan anhelado y deseado tanto escasos como inoportunos, Shanti economizaba también en el amor, y lo hacia muy bien. De todas maneras Yabo no la beso, que era seguramente lo que ella esperaba, se limito a tomar su mano y apretarla, la jalo haciendo un gesto para que se sentara a su lado.
-Actué como un tonto, no debí haberte tratado así, fue irracional, debí haber sabido cuales eran tus responsabilidades…
-No fue tu culpa tu padre acababa de morir y el mio te estaba cobrando de antemano por el ataúd. El padre de Shanti era un gran proveedor de todo tipo de bienes, desde semillas de lys hasta la entrada a los campos Eliseos. Le vendía bienes e insumos a su padre, igual que los trabajos de otros gremios, solían beber hidromiel y pasar la noche en La Hacienda con su familia. Ahí conoció a Shanti, a sus 5 años antes de que ambos hicieran sus votos al gremio, el recuerdo era muy vago para ser preciso, pero puede decir con certeza que fue el mejor de día de su vida, desde entonces veía a Shanti tres veces al año durante algunas semanas. Estuvieron juntos el día del juramento, y cuando su madre murió, su padre incluso le dio permiso para que viajara a Tholorro Esmeralda, la ciudadela mercantil de los verdes para pagar los respetos a la madre de Shanti. Pasaron los años, quince tal vez, y ahora ella estaba ahí con el en la tumba de un padre que no merece un sepelio.
-Tu padre tenía razón de actuar así, mi padre murió maldito.
-Nadie sabe porque aparecen las Junas, pero mi padre y el tuyo eran cercanos, no entiendo que lo llevo a actuar así, si debo pedir disculpas fue por su comportamiento.
-No importa ya, estas aquí, gracias.
Pasaron un largo momento en silencio observando la sombra de las hojas y el cantar de las aves, cuando Shanti no se contuvo más y volvió a hablar.
-¿no te has preguntado de donde vienen?
-¿Las aves?
-¡Las Junas! Son terribles, existen desde siempre y es como si te conocieran de toda la vida, de la nada un día vienen por ti y mueres.
-Los rojos dicen que son castigos, por nuestros pecados, si incumples alguna de las cinco prohibiciones vendrán por ti.
-Eso no es cierto, he visto a gente del otro lado del mar comer carne de sus muertos y nunca se han aparecido aves negras o han enloquecido mientras su ojos se vuelven blancos y luego negros. Tu tío dice que son una enfermedad, que hay algo que las atrae y que ignoramos, que es el resultado de una tristeza excesiva.
-Las enfermedades y la tristeza también son castigos por nuestra vida pecaminosa
-¡¿quieres parar ya?! Tu padre es inocente.
-¿Quieres saber como son? Tal vez si las vieras entenderías de que hablo, son grandes, del tamaño de una persona, llegan y se van como el humo, no puedes tocarlas, pero están ahí con mas tangible que cualquier otra cosa que has visto, emiten un ruido que no es de este mundo y a su paso dejan un trazo, una marca de su paso que desvanece al instante, sus ojos son blancos, mas bien como luces, intensas y brillantes, tanto que siegan ¿has visto tanta luz que no puedes ver ¿ Nunca has visto nada tan blanco ni tan brillante que e deja ciego? No te engañes son hermosas, pero nada mas da mas miedo, su cuerpo es negro profundo, como el vacío de la noche aunque mas oscuro que las sombras, en ellas no se refleja la luz, todo es una misma imagen de color negro que aparenta unas alas y un pico, sonriente y una luz blanca intensa en el medio del pecho que continua a los ojos. Las malditas sonríen Shanti, y lo que dicen, te conocen mejor que nadie, iluminan las partes mas oscuras de ti, que pretendías ignorar, mientras ves a tu ser querido enloquecer en pánico, dolor y llanto, delirando hasta una muerte que desfigura su cuerpo y lo deja marcado, a la vista de todos, y luego simplemente se van, ya no están ahí. ¿Qué quieres comprender de eso Shanti? No hay que ser un erudito para entender lo que es el dolor.
Shanti permaneció en silencio, Yabo lloró un poco. Luego siguió.
- Como si no fuera suficiente todos me dicen que esta maldito, como si no lo supiera, lo que esa cosa nos dijo sobre el, sobre su vida, lo que había hecho, te hace creer que si lo merecía, pero mi padre era una buena persona, como todas, y merecía un entierro adecuado, a la manera azul, junto a nuestros ancestros.
- Lo entiendo. Shanti no le gustaba la tradición, era una verde en su actitud, rápida y afilada para hablar, no solo sus labios, sus ojos y manos y el resto de su cuerpo hablaba con tal espontaneidad, era normal escucharla hablar sin pudor ni arrepentimiento en contra de la tradición y los rojos, a muchos le molestaba, Yabo sabia que en fondo él también quería apoyarla, decirle a todos que tenia razón y no estaba sola, que la amaba y que romperían la ley de los gremios. Yabo acababa de decir abiertamente que quería enterrar a su padre de la manera tradicional, esperaba hacerla enojar pero en cambio la encontró comprensiva.
- Nadie puede impedírtelo, ese Guido, el rojo de tu casa, ¿no podría hacerlo?
- No sin que medio reino se de cuenta, nuestros funerales son… ruidosos.
Un ruido que nunca había escuchado antes en su vida trono en los aires, como una tormenta.
-Va a llover. Dijo Shanti. Yoren era un azul, sabia cuando venia una tormenta desde mucho antes.
-No esto es otra cosa.
-¿Dragones, de Asshar?
-No lo creo, muy cuadrados, pocas alas.
De dentro el medio de las nubes, dos piedras gigantes se asomaron, parecían barcos, barcos fortalezas, bajando desde el cielo.
Capitulo II
Megan McTrillian tuvo un tiempo para tomarse un café, el comedor estaba en el nivel principal a estribor, se podía comprar de todo ahí si se tenía el dinero. Pidió uno como lo suele pedir, doble y largo sin azúcar ni crema, igual nunca se lo terminaba, era para la migraña. El hecho que un ser como ella, migrañosa, asmática y atópica estuviera en la embarcación con mayor fuerza militar de la migración le daba gracia, su familia se encontraba aún en las demás naves, en la Queen Star y en la Maiden, Mientras en el surcaba los cielos en la mas grande y mejor dotada de artillería pesada e infantería de las naves Wolfgang esta junto a Aracnide y Bruno’s Fantasy habian abandonado la orbita de las Morgianas y se dirigían a la Selena, nombrada por la luna de Gea, el planeta madre, su especie llevaba tantos milenios vagando por el espacio que habían olvidado donde se encontraba inicialmente, así como gran parte de su historia, solo pocas cosas permanecían, entre ellas una película de monos azules siendo invadidos por humanos que buscaban explotar los recursos naturales de su planeta.
-No es nada parecido a esto. Le dijo Marcus cuando ella se lo menciono. Nosotros buscamos un nuevo hogar, uno con agua potable, una temperatura adecuada y buena presión atmosférica, si tiene eso podemos hacer crecer nuestra comida ahí.
-Podríamos vivir en el espacio.
-No es natural, en tu cuerpo todo grita que quiere tierra firme, tus ojos quieren ver el horizonte, sentirte libre, además con la materia prima y los alimentos, y lo que seamos capaces de construir que encontremos ahí seremos tan fuertes y estables que la federación no soñara nunca más en atacarnos.
-Somos invasores de todas maneras, esta es su tierra.
-La merecemos, solo vamos a compartirla.
-¿Y si se rehúsan?
-Entonces negociaremos, todos los métodos necesarios, a merecemos, nuestros niños especialmente, esto es por ellos, No quiero que crezcan de la misma manera que yo, que todos nosotros, sin nación, sin identidad.
-Por eso venimos con las armas primero.
-Por eso estas en esta nave Megan, tu misión es evitar una confrontación armada, es muy poco lo que sabemos de este planeta y sus habitantes, hay más de una especie inteligente, y sus habitantes son notablemente…mágicos, García opina que hemos llegado a la tierra de los cuentos de hadas.
-Tengo muchos doctorados, ninguno en cuentos de hadas, son seres vivos como cualquier otro, mi deber es entender que podrían querer de nosotros y ofrecérselos a cambio de un territorio autónomo, eso puede tomar tiempo, ¿es tu unidad lo suficientemente paciente Admiral Günn?
-Los demás altos mandos no son tan pacientes ni eruditos como para compartir su amor por la novedoso, están más preocupados por como distribuir tropas y armamentos y proveerlos de lo necesario…
-En caso de una invasión. Interrumpió Megan
-¡En caso de una confrontación! Joder Megan somos profesionales, no disfrutamos matar a la gente es nuestro trabajo, no lo hacemos porque queramos ser héroes, lo hacemos porque asi se nos ha ordenado, porque creemos que es lo correcto, no olvides que ellos también tienen fuerzas armadas y son libres de usarlas.
Megan decidió no discutir mas ese día. A esa hora en el cuarto de operaciones después de una reunión de los altos mandos. A pesar que ellos repetían lo escasos que estaban de hombres y provisiones, para ella seguía siendo una guerra entre los seres armados de las estrellas contra seres que se asemejaban mucho a los elfos, altos y delgados, al parecer algunos habían vivido por siglos enteros, no muy diferentes a los humanos si no fuera por sus orejas puntiagudas, y sí, eran por así decirlos “atractivos” Hombres con músculos adecuadamente hipertrofiados desde niños (debería decir “crías” y “machos” para referirse a ellos) y las hembras voluptuosas y curvilíneas, casa uno de ellos con el exacto contenido adiposo. Lo sorprendente en ellos no era su similitud con nosotros o el hecho que vivieran tanto tiempo, ni siquiera el hecho tenían los mismos fototipos de piel que los demás, lo había visto antes, lo sorprendente es que no había un patrón identificable en su cultura, o por lo menos no lo que había podido observar desde arriba, parecían tan diversos, le despertaba curiosidad. Al fin estaba por llegar, tal vez esta vez encontrarían un hogar, durante su infancia había escapado junto a otros cuatro millones de personas en esa flota, había nacido en un planeta de la Federación, del cual no recuerda nada, ni siquiera su nombre, sus padres habían apoyado la revolución y habían pagado el precio de la derrota, obligados a exiliarse y vivir escapando, nómadas refugiados, explotando lo poco que encontraban a su paso, buscando una tierra prometida y sumergidos en miedo, al poco tiempo hubo una emboscada de la federación que destruyo mas de la mitad de la flota y acabo con la vida de sus padres, de los cuatrocientos millones solo sobrevivieron cuatro millones, nunca supo los detalles o la razón de como logro salir con vida, pero creció junto a los demás huérfanos en Maiden con el tiempo conoció al Dr. Flint el cual la introdujo al circulo académico, con solo diez años Megan ya empezaba a acumular doctorados. Niña genio, lo escuchó con frecuencia, tenia algo que ofrecer, durante su vida había visto solo algunas pocas personas nacer y algunas otras personas morir, la novedad era extraña e innecesaria, solo importaba lo que se pudiera ofrecer a la colonia, existía la necesidad de ser útil, en caso de no serlo se enfrentaban cara a cara con un cruel ostracismo, y debía recluirse al exilio hasta aprender algo útil, por suerte todos peleaban por su lugar en el mundo en este lugar, todos excepto Megan, para ella fue fácil, siempre fue el foco de atención, la promesa de lo que lograría ser capaz de hacer. Todos desean tener algo de alguien, de mi quieren algo insubstancial. Halla abajo estaba su razón de ser, si no lo conseguía, todo abría sido en vano, no seria exiliada en ostracismo, pero toda su vida habría sido un sacrificio innecesario, banal e insignificante, y lo peor, sola. No se puede pedir mucho de una adulta que creció entre adultos, hasta ahora conocía gente de su edad, y mas específicamente, hombres de su edad, Marcus era el único que había conocido hasta ahora, pero era lo suficientemente amable e interesante por el momento, sí le gustaba un poco, y era algo tonto, no cuenta si te gusta el primer hombre contemporáneo con el que hablas, mucho menos si solo hablas de evitar un genocidio con el.
-Informando a toda la tripulación del Wolfgang, estamos iniciando descenso a la atmosfera de Selene. Era la primera vez que entraba a una atmosfera, ¿Cómo era un planeta? La tierra firme, el horizonte, los ríos, las montañas, todo seria nuevo allá abajo. Mientras descendían por los cielos se oían estruendos, Megan estaba asustada y emocionada a la vez.
-Esos ruidos son normales, ¿Verdad? Pregunto Megan.
-Solo cuando llueve, nuestros motores están fallando, nunca fueron arreglados para aterrizar. Dijo apáticamente el Mesero.
-¿Entonces que pasara con nosotros?
-Nos estrellaremos, pero estaremos bien, claro tomara tiempo volver a ponerla en orbita. Decía con desinterés el joven.
-¿Cómo lo sabes?
-Todos los meseros son cadetes de oficial, Doctora.
Megan llevaba la insignia de perito de alto grado académico, así que el titulo le sonó más a sarcasmo que a otra cosa. No sabia donde había visto antes al joven pero le parecía conocido Seguramente en el café.
-Oh, ahí viene la turbulencia.
Megan hizo un inmenso esfuerzo por mantenerse en su asiento, al segundo salto cayo, una silla la casi la golpea, todos los vasos se cayeron, igualmente los únicos gritos que se escuchaban eran los de ella, en algún instante alzo la mirada y vio hacia al joven, seguía parado ahí limpiando el mismo vaso, inmovible con la mirada hacia al frente y el ceño relajado, inexpresivo y sereno, todo a su alrededor se movía y el permanecía ahí como si nada, con su chaleco rojo y corbatín negro. Finalmente hubo un ultimo impacto, mucho mas caótico y severo que los anteriores, el pelo rojo de Megan cubria todo lo que podía ver, el impacto duro por otro instante, parecía una eternidad, finalmente la nave se detuvo, mientras trataba de entrar en sí y se revisaba por heridas, cayó en cuenta que el joven cadete seguía ahí limpiando el mismo vaso, con los ojos fijos a la ventana.
-Nunca había visto algo más bonito. Dijo el joven cadete mientras tenia sus ojos claros muy abiertos en estupefacción, cuando Megan logro ver a donde el miraba se encontró con una figura azul y de verde que se extendía tanto a lo largo como a lo ancho, el techo parecía no tener limites y al fondo la perspectiva indicaba que aun había mucho más por ver, ante ella a lo lejos un paraje de montañas llenas de vegetación azul, rodeadas por un gran pastizal muy alto, la luz del sol brillaba radiante, hacia ver los colores como nunca los había visto, y arriba de ella una cúpula interminable de cielo azul, parecía igual de infinito al espacio, pero no debía engañarse.
-Sí, hermoso. Asintió mientras intentaba ponerse en pie. Tenia su encanto, sí era sublime y hermoso, pero sintió miedo, mucho miedo, esta cosa llamada horizonte era más grande y tenebrosa de lo que creía.


